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Colombia (Todas las ciudades)
La policrisis mundial motivada por la hipocresía de las grandes potencias refleja una serie de contradicciones estructurales en el sistema político global que están llevando al mundo hacia una compleja intersección de crisis simultáneas, muchas veces interrelacionadas entre sí. Este fenómeno se caracteriza por una desconexión cada vez mayor entre los discursos y principios que defienden las potencias mundiales en el ámbito internacional y las acciones concretas que llevan a cabo en sus políticas exteriores, económicas y sociales. Las grandes potencias, como los Estados Unidos, China, la Unión Europea y Rusia, están involucradas en dinámicas geopolíticas que favorecen, en muchos casos, sus intereses inmediatos y estratégicos a expensas de un enfoque integral y justo para resolver los problemas globales. A nivel social, la hipocresía de estas potencias se traduce en un doble discurso. Mientras que los gobiernos promueven la defensa de los derechos humanos, la democracia y el respeto por la soberanía de los pueblos, al mismo tiempo siguen alimentando regímenes autoritarios o intervienen en países en desarrollo con fines geopolíticos y económicos, sin importar las consecuencias humanitarias. Por ejemplo, intervenciones militares como las que se han dado en Oriente Medio, o la continua injerencia en África, se presentan como "acciones para la paz" o "luchas contra el terrorismo", pero sus consecuencias son catastróficas: desplazamiento forzado, muertes masivas de civiles, destrucción de infraestructuras, y una proliferación de grupos armados y tensiones sectarias. Esta incoherencia entre el discurso y la práctica, lejos de traer paz, ha perpetuado ciclos de violencia y vulnerabilidad en las regiones más necesitadas. En el ámbito político, las contradicciones son igualmente evidentes. Las grandes potencias tienen una tendencia a defender sus intereses nacionales en lugar de trabajar hacia un sistema global más equitativo y cooperativo. A pesar de sus permanentes declaraciones a favor de la cooperación internacional y la resolución pacífica de conflictos, muchas veces sus políticas están dictadas por cálculos egoístas que priorizan el control de recursos estratégicos, la expansión de su influencia geopolítica o el mantenimiento de sus economías de mercado. La crisis de los refugiados, el cambio climático, las guerras comerciales, y la desigualdad global son ejemplos palpables de cómo las decisiones de las grandes potencias, motivadas por intereses nacionales a corto plazo, han fracasado en abordar las cuestiones globales de manera efectiva y justa. El impacto ambiental de la hipocresía de estas potencias es igualmente desastroso. En nombre del crecimiento económico, las grandes potencias han sido responsables de gran parte de la destrucción ecológica y de la aceleración del cambio climático. Mientras predican la necesidad de un compromiso global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover energías limpias, siguen fomentando el uso de combustibles fósiles, incentivando proyectos destructivos como la minería a gran escala y los monocultivos, y manteniendo acuerdos comerciales que favorecen la explotación insostenible de los recursos naturales. Además, las ayudas internacionales para mitigar el cambio climático están condicionadas a intereses económicos, lo que limita su efectividad. Este enfoque miope y contradictorio no solo agrava el calentamiento global, sino que también perjudica a las comunidades más vulnerables, que son las que menos han contribuido a la crisis ambiental. La desigualdad global es otro de los efectos directos de la policrisis alimentada por la hipocresía de las grandes potencias. En lugar de utilizar su poder y recursos para promover una mayor equidad económica y social, muchas de estas naciones favorecen sistemas que perpetúan la pobreza y la dependencia en el Sur Global. Las políticas comerciales injustas, las cargas de deuda externa, las políticas de austeridad impuestas por instituciones como el FMI, y las estructuras de poder en las organizaciones internacionales que representan a estas grandes potencias, contribuyen a un sistema internacional profundamente desigual. Mientras algunas naciones continúan acumulando riqueza a través de la explotación de recursos naturales y humanos en otras partes del mundo, millones de personas en África, América Latina y Asia viven sumidas en la pobreza, sin acceso a servicios básicos, educación o asistencia sanitaria. La policrisis global motivada por la hipocresía de las grandes potencias no solo refleja contradicciones en las políticas exteriores, sino que también está reforzando las disparidades sociales, económicas y ambientales que afectan a los países más vulnerables. La falta de coherencia en las decisiones políticas, el doble discurso en temas como derechos humanos, democracia y sostenibilidad, y la priorización de los intereses geopolíticos sobre las necesidades globales, están llevando a un punto crítico. Si estas contradicciones estructurales no se abordan, las consecuencias para el futuro de la humanidad y del planeta podrían ser irreversibles. Por lo tanto, es urgente repensar y redirigir las políticas internacionales hacia un enfoque más ético, equitativo y sostenible que permita abordar las crisis globales de manera efectiva y cooperativa. En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.
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Agua de Dios (Cundinamarca)
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Colombia (Todas las ciudades)
Colombia es un país donde los derechos humanos no son tenidos en cuenta y donde la clase política solo busca el usufructo personal. Las masacres son el pan de cada día, de personas que protestan contra el gobierno de turno, por la carencia de políticas que permitan acabar con la violencia, propiciada por los insurgentes, las bandas criminales, el narcotráfico y el Estado mismo. Es un paraíso para la impunidad ya que muchos políticos están involucrados en actividades delincuenciales y donde la corrupción pública es imperante. La clase dirigente terrateniente se ha encargado de contribuir con el desplazamiento forzado de familias campesinas que tienen que huir de los conflictos abandonando sus predios, los cuales terminan en manos de hacendados y a empresas que patrocinan a quienes llegan al poder para mantener sus privilegios. Los presidentes que han llegado al poder se lavan las manos como “pilatos” y no han hecho mayor cosa por evitar que se vulneren los derechos humanos en Colombia presentando una imagen negativa en el contexto internacional. En el libro se presenta una radiografía sobre los derechos humanos en Colombia y el papel que han tenido los últimos gobiernos, además se presenta al lector una serie de tipologías con los principales vulneradores de los derechos humanos.
Col$ 90.000,0
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Colombia (Todas las ciudades)
La corrupción política en Colombia va en ascenso y es permanente en una sociedad que ha perdido sus valores. Son varias familias de políticos que buscan perpetuarse en el poder, es así como los Char de la Costa, los Saile en Córdoba, los Gnecco en el Cesar, los Zucardi en Bolívar, los Aguilar en Bucaramanga, los Toro en Cali, por mencionar algunos, compran votos, arrebatan tierras a los humildes campesinos, hacen millonarias contrataciones ilegales en obras públicas y asesorías desfalcando al Estado. Aunque algunos han sido condenados, luego son premiados con penas irrisorias que pagan en la comodidad de sus hogares. Extienden sus tentáculos haciendo alianzas con otros grupos para mantenerse en el poder. Ocupan altos cargos en entidades públicas, y desde esa tribuna compran campañas políticas con el dinero sucio, heredando el poder a sus familiares para mantener la hegemonía y el control de las regiones. En el libro se presenta un análisis sobre el accionar delictivo de estas familias que, aunque en oportunidades se las ha denunciado por los medios de comunicación, que en ocasiones son cómplices, siempre han sabido desviar cualquier investigación en su contra. Cuando son interrogados por algunos señalamientos que se les hace, manifiestan que son personas éticas, que “le sirven a la nación” y que todo obedece a una persecución política orquestada por sus adversarios. Aunque la opinión pública sabe que lo que afirman es una mentira, la fuerza de las maquinarias se impone permitiéndoles estar presentes en los procesos electorales llegando al Senado y la Cámara de Representantes donde establecen un fortín político que los afianza cada vez más en el poder. Pretendo con este libro hacer una reflexión para que en un tiempo no lejano se puedan acabar esas prácticas corruptas y depurar la política en Colombia con la idea de lograr una mayor equidad social. Se presenta también una encuesta y una serie de tipologías para dar una mayor precisión sobre la problemática existente.
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Colombia (Todas las ciudades)
Colombia ha sido históricamente uno de los principales productores y exportadores de cocaína en el mundo, lo que ha tenido profundas implicaciones tanto para su desarrollo social como para su economía y seguridad. A lo largo de las últimas décadas, el cultivo de la coca y su transformación en cocaína ha sido un fenómeno asociado no solo con el narcotráfico, sino también con la violencia, la corrupción y las dificultades para implementar políticas públicas efectivas en diversas regiones del país. El auge de la cocaína en Colombia no es un fenómeno aislado, responde a una serie de factores históricos, económicos y sociales que incluyen la desigualdad, la pobreza en las zonas rurales y el debilitamiento de las instituciones del Estado en algunas regiones. Además, la presencia de guerrillas, paramilitares y carteles de narcotráfico. A través de esta reflexión, se busca entender cómo la realidad de ser un "país cocalero" ha afectado a Colombia, no solo en términos de su imagen internacional, sino también en la vida cotidiana de millones de colombianos que han vivido, y siguen viviendo, las consecuencias de este flagelo. ¿Qué significa para Colombia ser un país que produce y trafica una de las drogas más destructivas del mundo? ¿Cuáles son las repercusiones sociales, políticas y económicas de esta realidad? Estas preguntas son clave para comprender la relación entre el narcotráfico y la sociedad colombiana. La "desgracia" de ser un país cocalero no solo hace referencia al daño directo que causa la cocaína, sino también a los costos indirectos en términos de gobernabilidad, desarrollo humano y bienestar. Sin embargo, en medio de este panorama, es vital reconocer también los esfuerzos que el país ha realizado en términos de políticas de erradicación, sustitución de cultivos y cooperación internacional. La lucha contra el narcotráfico y sus efectos sigue siendo una de las prioridades de los gobiernos colombianos, aunque los resultados han sido, en muchos casos, mixtos. El narcotráfico ha sido uno de los problemas más persistentes y complejos en Colombia durante más de medio siglo, y su impacto en el país ha sido profundo, afectando tanto a las zonas rurales como a las urbanas. Colombia, históricamente conocida como un importante productor de cocaína, ha sido escenario de un conflicto armado prolongado en el que varios actores, incluidos los grupos guerrilleros, los paramilitares, y las bandas criminales, se han financiado, en parte, a través de los ingresos provenientes del narcotráfico. La violencia, la desigualdad social, la falta de presencia estatal en las regiones rurales, y la pobreza estructural han creado un caldo de cultivo ideal para el desarrollo de actividades ilícitas, como el cultivo de coca. La relación entre el narcotráfico y los grupos armados ilegales ha sido particularmente significativa, ya que estos actores han utilizado el negocio de la cocaína no solo como una fuente de financiación, sino también como una forma de control territorial y de fortalecimiento de sus estructuras. Mientras tanto, el Estado colombiano, a través de diferentes administraciones, ha implementado diversas estrategias para combatir este fenómeno, desde políticas de erradicación de cultivos ilícitos hasta acuerdos de paz con actores como las FARC, pero los resultados han sido dispares y han generado tanto éxitos como fracasos. El narcotráfico no solo ha alimentado la violencia armada, sino que también ha tenido consecuencias profundas para la política y economía del país. El dinero del narcotráfico ha corrompido instituciones y debilitado el Estado de derecho, mientras que las comunidades rurales, particularmente aquellas en regiones productoras de coca, han quedado atrapadas en un ciclo de pobreza, desplazamiento y desesperanza. En este contexto, la relación entre el narcotráfico, los grupos armados ilegales y el Estado se vuelve un tema vital para comprender los desafíos actuales en Colombia. El futuro de la paz y el desarrollo rural en el país depende de cómo se aborden los problemas estructurales que permiten que el narcotráfico siga siendo una de las principales fuentes de violencia y desigualdad social en las zonas más afectadas. Esta problemática, por lo tanto, requiere un enfoque integral que no solo contemple la erradicación de cultivos ilícitos o el desmantelamiento de las estructuras criminales, sino también una estrategia de desarrollo que brinde alternativas viables a las comunidades rurales y combata las causas profundas que perpetúan este ciclo de violencia y pobreza. Este análisis busca explorar cómo las políticas públicas, las estrategias de paz, las dinámicas del narcotráfico y los grupos armados ilegales han modelado el conflicto en Colombia, y cómo se pueden crear soluciones más efectivas y sostenibles para reducir su influencia en la sociedad colombiana. En el libro se presenta una encuesta una serie de tipologías y reflexiones finales.
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Colombia (Todas las ciudades)
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Colombia (Todas las ciudades)
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Colombia (Todas las ciudades)
La serie Los Picapiedra (1960-1966), creada por William Hanna y Joseph Barbera, es un ícono cultural que ha trascendido más de seis décadas desde su emisión original. Aunque se presenta como una comedia animada para niños, Los Picapiedra tiene una profundidad que ha permitido su relevancia continua, sirviendo como una sátira que refleja, a través de sus personajes y situaciones, las tensiones y las dinámicas sociales que afectan a las sociedades contemporáneas. Ambientada en un mundo prehistórico con tecnología "de piedra", la serie ha funcionado como un espejo de la vida suburbana estadounidense de mediados del siglo XX, pero sus temas universales siguen siendo pertinentes en la actualidad. En un análisis más profundo, Los Picapiedra revela aspectos de la vida cotidiana, las relaciones familiares, las estructuras de autoridad, el papel del trabajo, la dinámica de género, y la tensión entre la tradición y la modernidad. Aunque ambientada en una época ficticia, la serie puede interpretarse como una crítica a los ideales de progreso, las expectativas sociales y la vida de consumo que prevalecen en las sociedades contemporáneas. A lo largo de las décadas, la serie ha mostrado, con humor y con una visión crítica, cómo los valores, los roles y las estructuras de poder se ajustan y evolucionan frente a los retos del día a día. En la sociedad contemporánea, muchos de los temas abordados en los Picapiedra siguen siendo muy relevantes. La representación de las familias tradicionales, la lucha por encontrar un equilibrio entre el trabajo y la vida personal, las tensiones entre la autoridad y la autonomía en los hogares, y los desafíos de las relaciones de pareja son cuestiones que siguen marcando la pauta en las sociedades actuales. A través de sus personajes, especialmente Pedro y Vilma Picapiedra, la serie explora cómo las figuras de autoridad, el liderazgo, la resolución de conflictos y los roles familiares han sido transformados con el tiempo, y cómo siguen siendo elementos fundamentales de la interacción social. En este contexto, los Picapiedra ofrece una oportunidad para reflexionar sobre cómo las normas sociales y los valores tradicionales se han visto desafiados por las realidades de la vida moderna. La historia de Pedro y su familia se convierte en un lienzo sobre el cual podemos examinar cómo las sociedades actuales lidian con los mismos dilemas: ¿cómo conciliar el avance tecnológico con los valores familiares?, ¿cómo encontrar el equilibrio entre la tradición y el progreso?, ¿y cómo afectan las relaciones laborales y familiares a la salud emocional y el bienestar? Esta serie es más que una simple historia animada, es un retrato que sigue resonando con el público por su capacidad para abordar cuestiones atemporales de manera accesible y entretenida. En este análisis, exploraremos las lecciones que los Picapiedra pueden ofrecer a las familias y sociedades actuales, observando cómo los problemas y dinámicas que enfrentan los personajes siguen siendo una reflexión precisa de las realidades sociales contemporáneas. En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y algunas reflexiones finale
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