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Es innegable que el dinero es un elemento fundamental en nuestra vida. La mayoría de las personas en el mundo trabajamos día a día vendiendo nuestro tiempo y saberes por una compensación económica y hay quienes están en cárceles por asuntos asociados al dinero. Somos nosotros quienes lo hemos subido al pedestal, dándole un valor supremo que no es el adecuado. Medimos el éxito de las personas por la cantidad de dinero que tienen, es una medida cuantitativa basada en el tener y no en el ser, porque lo tomamos como un medio para recompensarnos y gastar en cosas. Es cierto que el dinero nos brinda seguridad económica al proveernos de servicios básicos para la subsistencia y el disfrute de momentos de ocio, así que debe ser adquirido para que nos brinde un servicio, pero no debe ser tomado como el fin mayor de nuestra existencia porque en esa línea de conducta somos nosotros los que terminamos sirviendo a él. Bronnie Ware, enfermera australiana, reunió en su libro: “Los cinco arrepentimientos de los moribundos” aquellos motivos de aflicción más comunes y frecuentes que experimentan las personas que están cercanas a la muerte: 1. Ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera. 2. Ojalá no hubiera trabajado tanto. 3. Hubiera deseado tener el coraje de expresar lo que realmente sentía. 4. Habría querido volver a tener contacto con mis amigos. 5. Me hubiera gustado ser más feliz. Ninguno de los pacientes en etapa terminal expresó que hubiera querido tener más dinero, sin embargo, muchos de ellos arruinaron su vida por ir tras él. Mi reflexión acerca del estudio de la enfermera Bronnie Ware es que la mayoría de las personas en su fase terminal, cuando saben que pronto morirán, regresan a lo simple y cotidiano de la vida como el compartir en familia y amigos, no trabajar tanto, buscar hacer lo que realmente se quiere, vivir para sí mismos y no para los demás, ser felices. Todo esto se tiene cada día, y se requiere de poco dinero para obtenerlo, pero nos empeñamos en TENER para ser competitivos y nos olvidamos del SER y detrás de ese tener se nos olvida el vivir. Pasamos demasiado tiempo preocupados por ganar dinero. Muchas personas se llenan de este, pero crean un vacío en su alma hasta que terminan yendo a un psicólogo o psiquiatra para resolver lo que el dinero no resuelve. El sistema ha hecho del dinero el dios terrenal y la mayoría sucumbimos a sus múltiples atractivos, entre ellos a un segundo dios: el poder. Entonces, las mejores cosas, las que no tienen precio porque no las podemos comprar, pasan a un segundo plano en nuestra vida. Tengo amigos “exitosos,” con patrimonios importantes que suman varios ceros a la derecha; salen muy temprano de su hogar, dejan a su familia en los brazos de Morfeo y cuando regresan, después de todo un día de trabajo e incluso después de varios días de un largo viaje de negocios, encuentran a sus hijos más familiarizados con sus nanas que con ellos. Estos padres se convierten en figuras bancarias, buscan llenar el tiempo perdido satisfaciendo cada uno de los caprichos de sus hijos con cosas que se pueden comprar, aunque muchas veces los pedidos de sus hijos sean un llamado silencioso de compañía y afecto. Es así como el dinero abunda, pero el tiempo para la familia escasea y el amor toma otras formas. La familia es de fin de semana, los otros días solo se piensa en producir bienes materiales. La recompensa es que a nuestros seres queridos no les falta nada, en términos de todo aquello que se pueda comprar. Aunque se esté muy lejos de la esencia de lo que debe ser una verdadera familia, compartir nuestro tiempo con ella es la mejor inversión que podemos hacerle a nuestra existencia. Esa actitud de entrega absoluta a la adquisición del dinero, que supera nuestro interés por el ser y por el tiempo en familia, es una de las diversas situaciones adversas que devienen de los aprendizajes o formas de comprender la función de los recursos económicos en nuestra vida, cuyo origen se sitúa en gran parte en la infancia y que en el presente actúan como limitantes para una vida provechosa a nivel afectivo y financiero. Vamos a buscar los posibles limitantes que tienes con el dinero, porque es necesario que identifiques cuál es tu forma de relacionarte con él y comprender el uso que le das, además, de analizar el entorno cuando eras pequeño, cuáles costumbres, enseñanzas o estilos de vida determinaron la visión que hoy tienes frente al dinero. Por ejemplo, si en tu familia tenían el tabú de “no hablar de dinero porque es de mala educación”, esto se refleja de manera inconsciente en tus decisiones de adulto y posiblemente lo estés transmitiendo a tus hijos, cuando este recurso es esencial para vivir adecuadamente y lo ideal es conocerlo, por lo tanto, deberíamos hablar con naturalidad.
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